Paseando hoy por la Plaza de Oriente (Ópera) podrás ver en el suelo unas extrañas marcas sobre el empedrado. Indican dónde estuvo en su día la Fuente de los Caños del Peral, construida en 1567, y bajo nueve metros de grava y áridos desde que se construyó el Teatro Real en 1830.
Visitando el pequeño museo del suburbano de Ópera poco podemos imaginar que esa fuente que hoy desenterramos cubría otra más antigua, y esta otra a su vez según los registros. Bajo los muros hoy conservados de Madrid hubo otros mucho más antiguos que una vez brillaron en la noche madrileña bajo el ataque del entonces enemigo: los cristianos. Murallas de sílex, ahora perdidas.
“Fui sobre agua edificada,
mis muros de fuego son,
esta es mi insignia y mi blasón.”
Ese es el cántico cuyos primeros dos versos rezan en una de las fachadas de Plaza de Puerta Cerrada, a cinco minutos andando de Ópera. Versos que hablan sobre el mismo nacimiento de la primera ciudad que hubo aquí:
La fortaleza del emir Mohamed I, y las aguas sobre las que nació Mayrit
Muchos han olvidado que Madrid nació como ciudad musulmana allá por el siglo IX. Antes de eso, varias tribus visigodas se habían asentado aquí y allá en la zona y levantado varios cementerios. Pero ni siquiera los romanos prestaron demasiada atención al enclave, prefiriendo las alturas de Toledo por aquel entonces.
Fue Mohamed I (Muhammad I) quien mandó erigir su fortaleza justo en el punto donde ahora se haya el Palacio Real y la Catedral de la Almudena. Cinco siglos después, sobre sus ruinas se levantó el Real Alcázar de Madrid, y el Palacio Real sobre los escombros de este.
La primera línea del antiguo poema hace referencia a las primeras viviendas musulmanas a orillas del manzanares y a vista de pájaro de la fortaleza del emir (donde ahora estaría el paseo de Madrid Río). Madrid se levantó gracias a la ayuda del caudal del río, por aquél entonces suficiente para alimentar a una población moderada.
La reconquista cristiana, y los muros de fuego
Fue también Muhammad I quien mandó sellar la ciudad con un muro de roca de dimensiones nada desdeñables. Tanto fue así que a los cristianos les costó muchos años de combate irrumpir en el interior de la villa de Mayrit (los cristianos le decían Magerit).
Estos muros que son ahora visibles en parte junto a la Cuesta de la Vega, habían sido construidos con materiales existentes en la zona, entre los cuales destacaba el sílex. El sílex, también llamado pedernal, se usó durante muchos años para prender yesca. Al ser golpeado por otras rocas duras o por metal producía chispas.
En las noches de reconquista en que los cristianos trataban de tomar las murallas musulmanas, cientos de sus flechas de punta de metal chocaban contra los muros de sílice, haciendo que estos se encendiesen durante unos segundos, lo que dio forma a la segunda línea del poema.
Los musulmanes, sin saberlo, habían construido unos muros por los que durante mucho tiempo los cristianos pensaron estaban defendidos por dragones o djinnes (espíritus árabes) de fuego. En pleno siglo XI y ante dos pueblos incultos enfrentados, ninguno de ellos era capaz de negar la ayuda de estas criaturas mitológicas al bando musulmán.
Se tardó más de dos décadas, y muchas leyendas después, en reconquistar Magerit y que su nombre se difuminase poco a poco para dar con el Madrid moderno sobre el que caminas. Un Madrid lleno de historia reciente y pasada, y sobre el que quizá dentro de cinco siglos aparezcan líneas en honor a este.
Imágenes | Fuente de los Caños del Peral, Muralla de Mohamed I, Poema de Madrid