Las bicicletas vuelven a estar de moda en las calles de Madrid. Cada vez son más los valientes que se echan a las calles encrespadas de nuestra ciudad y pedalean cuesta arriba nieve o llueva. Pero, ¿por qué nos movemos más en bicicleta? ¿Ha cambiado algo? ¿Es algo propio del estío o se trata de una tendencia duradera?
Hace años que diversas capitales y ciudades de nuestro país están permitiendo el alquiler de bicicletas públicas para circular por sus calles. Una vez solicitado un carné seremos capaces de coger una de estas bicicletas para ir a trabajar, dar una vuelta o hacer algo de deporte.
La vuelta de la bicicleta a Madrid
Aunque puede llegar a sonar extraño, hace algo más de 100 años había más bicicletas que coches en la capital española. Bueno, en la capital y en todas partes. Hablamos de un Madrid de coches de tiro de caballos y tranvías, un entorno ideal para la proliferación de las dos ruedas, especialmente cuando los coches aún no habían invadido las vías.
Las bicicletas tan solo debían tener cuidado por esquivar los desechos de los caballos y el interponerse en la trayectoria del tranvía. Más allá de eso, eran los vehículos más rápidos de la ciudad hasta que llegaron los coches a gasolina y les echaron de las calles. Hoy, cien años después, la bicicleta se abre paso a ritmo de pedaleo al espacio que tuvo.
Y es que desde hace ya unos años, diversas organizaciones de ciclistas han salido día a día a reivindicar el espacio que la bici se merece, montando fiestas, talleres y eventos. En junio de 2014, estas y otras voces fueron escuchadas, y nació BiciMAD. Hoy día más de 2000 bicicletas y 165 estaciones permiten a los ciudadanos una movilidad más amable.
Y una ciudad más limpia.
Las bicicletas limpian la atmósfera
Raro es el que no va al campo e inspira, pensando que el aire de allí es mejor que el de la ciudad. Y mejor no sé, pero más limpio, seguro. Teniendo en cuenta que los que más ensucian los cielos de Madrid son los vehículos de combustión (entre ellos los coches), es de agradecer el que alguien evite conducir uno para ponerse a pedalear.
La media de emisión de los coches españoles en 2008 fue de 148 gramos de CO2 por kilómetro recorrido. CO2 que va directo a la atmósfera y de ahí a nuestros pulmones. Es decir, alguien que recorra 50 kilómetros los días laborables (unos 250 al año) habrá lanzado al aire que respiramos todos casi dos toneladas de CO2.
Esas son las toneladas que evita contaminar un ciclista de manera directa, solo por el hecho de no coger el coche. Pero hay más.
Las bicicletas también limpian la atmósfera de ruido, ya que ni producen mucho sonido en su circulación ni poseen los molestos pitos de los vehículos a motor que en más de una ocasión nos exasperan. Cada ciclista pedaleando es un motor menos sonando en nuestra ciudad. Y dada su movilidad, menos atascos, pitidos, gritos e insultos.
Las bicicletas evitan accidentes
Hablamos, claro, para una conducción responsable de todos los implicados en la circulación. De todos es sabido que una bicicleta no puede ir a la misma velocidad que un coche. Las piernas, simplemente, no dan. Por lo tanto, los ciclistas se mueven a una velocidad mucho más reducida de la máxima por ciudad para vehículos de motor (50 km/h): unos 15 o 20 km/h.
A raíz de ese desajuste se crearon los llamados ciclocarriles. Espacios mixtos, compartidos por todos los vehículos, pero con preferencia ciclista. En ellos solo se pueden alcanzar los 30 km/h. Esa diferencia de 20 km/h consigue que el conductor sea capaz de reaccionar con más tiempo ante cualquier imprevisto, como puede ser un peatón despistado.
Además, una bajada de la velocidad media en una rotonda hace más fluida la circulación. Si se conduce dentro a 50 km/h, pocos coches se aventuran a entrar, y lo hacen a costa de un enorme gasto de combustible en el arranque. Circulando entre 10 y 30 km/h somos capaces, incluso, de frenar lo justo como para ver que no viene nadie.
Está claro que moverse en bicicleta, tanto si lo haces por Madrid como en cualquier otra ciudad, no solo te ayudas a ti mismo ganando en salud: ayudas a todos los demás. Y queda también patente que una persona que pedalee por tu ciudad te está echando un cable a ti. Dicho esto, ¿te animas a pedalear?
Imagen de portada | Sylwia Bartyzel